jueves, 18 de febrero de 2010

Cuando te recuerdo y no sucede nada...






Historias de cibert amor.

por:Armando Calixto

Todo parecía normal, como todas las noches cuando llegaba a casa. La soledad de mi habitación y la rutina diaria; encender alguno de los aparatos ruidosos; la televisión, que nunca exhibía nada interesante, o bien escuchar algunas pistas de mi agrado, especialmente Placebo y su special K o the bitter end… ¡cómo me gustaban! Seguía así toda la noche sumergido en las melodías de este grupo, el escucharlos me daba cierta cosquilla de motivación como para ir a sentarme al escritorio, encender la lámpara y comenzar a escribir, despojándome antes de mi ropa.
Todo normal como cada día que llegaba después de caminar hasta el agotamiento para contemplar desde mi soledad el atardecer, ver a la gente a mi alrededor, tomarme algo en algún bar e ir a internet a tratar de comunicarme con mi cibert amada (o amor virtual), llegando a mi casa con un sabor dulce amargo en la boca. Dulce por haberla contactado y amargo porque desde que estaba en esta ciudad había perdido cierta comunicación con ella. Eso había ocasionado que esta relación de internet se enfriara en sus frases. Lo percibía por sus cada vez más frecuentes respuestas monosílabas, creando en mi cierta frustración. Pero mi estadía era transitoria por causas de trabajo y estaba por concluir mi compromiso. A mi regreso esto cambiaría sin duda; de nuevo estaría en contacto con ella todo el día, a través del chat, como venía ocurriendo desde hace algún tiempo, antes de venir a esta ciudad.
El tiempo que había pasado en estos lares se me había tornado muy pesado de sobre llevar, el no conocer a nadie y solo sentirme acompañado por esta relación de chat que me parecía cada vez más sosa, me hacía sentir muy deprimido. Pero estaba por razones de trabajo y así era el roll de vida que experimentaba desde que me dio por dedicarme a las artes plásticas, ir siempre de un lugar a otro.
Hoy cuando llegué a mi casa, la habitación sofocaba terriblemente por el calor acumulado en todo el día, motivo por el cual me desnudé y encendí el aire acondicionado. Activé mi aparato de sonido sin verificar el disco y salí a la terraza a mirar las luces de la ciudad mientras degustaba una copa de vino blanco. La melodía que a continuación escuche me dejó desconcertado, pues no me acordaba haberla programado, era una melodía que mi novia virtual, me había comentado le agradaba en alguna de nuestras pláticas de chat; que a la letra decía: "Si tu no vuelves, se secarán Todo parecía normal, como todas las noches cuando llegaba a casa. La soledad de mi habitación y la rutina diaria; encender alguno de los aparatos ruidosos; la televisión, que nunca exhibía nada interesante, o bien escuchar algunas pistas de mi agrado, especialmente Placebo y su special K o the bitter end; ¡como me gustaban! Seguía así toda la noche sumergido en las melodías de este grupo, el escucharlos me daba cierta cosquilla de motivación como para ir a sentarme al escritorio, encender la lámpara y comenzar a escribir, despojándome antes de mi ropa.
Todo normal como cada día que llegaba después de caminar hasta el agotamiento para contemplar desde mi soledad el atardecer, ver a la gente a mi alrededor, tomarme algo en algún bar e ir a internet a tratar de comunicarme con mi cibert amada (o amor virtual), llegando a mi casa con un sabor dulce amargo en la boca. Dulce por haberla contactado y amargo porque desde que estaba en esta ciudad había perdido cierta comunicación con ella. Eso había ocasionado que esta relación de internet se enfriara en sus frases. Lo percibía por sus cada vez más frecuentes respuestas monosílabas, creando cierta frustración en mí. Pero mi estadía era transitoria por causas de trabajo y estaba por concluir mi compromiso. A mi regreso esto cambiaría sin duda; de nuevo estaría en contacto con ella todo el día, a través del chat, como venía ocurriendo desde hace algún tiempo, antes de venir a esta ciudad.
El tiempo que había pasado en estos lares se me había tornado muy pesado de sobre llevar. El no conocer a nadie y solo sentirme acompañado por esta relación de chat, con sus sesiones cada vez más esporádicas y para colmo en cada ocasión me parecía más sosa; esto me hacía sentir muy deprimido. Pero estaba por razones de trabajo y así era el roll de vida que experimentaba desde que me dio por dedicarme a las artes plásticas; ir siempre de un lugar a otro.
Hoy cuando llegué a mi casa, la habitación sofocaba terriblemente por el calor acumulado en todo el día, motivo por el cual me desnudé y encendí el aire acondicionado. Activé mi aparato de sonido sin verificar el disco y salí a la terraza a mirar las luces de la ciudad mientras degustaba una copa de vino blanco. La melodía que a continuación escuche me dejó desconcertado, pues no me acordaba haberla programado, era una melodía que mi novia virtual, me había comentado le agradaba en alguna de nuestras pláticas de chat; que a la letra decía: "Si tu no vuelves, se secarán todos los mares y esperaré sin ti, tapiado al fondo de algún recuerdo..." El hecho que era la canción favorita de ella y que por cierto su armonía era un tanto triste, me hizo adentrarme en mis pensamientos y evocarla, pensando en una situación ideal.
"Un deseo incontenible de estar a su lado, de cambiar el caris de mis días, de comenzar a ser normal y dejar de ser este solitario empedernido en el que me había convertido, por un acomodo sentimental de una relación tristemente mal lograda, y por decisión propia a causa de esta especie de apostolado en que se había convertido mi trabajo para mí. El deseo irrefutable de tener una vida a su lado, de convertirme en su compañero de vida, en sentir un compromiso pleno, en hacerla feliz, en inspirar mi trabajo con su compañía, y el hecho, que desde que la había conocido, la sensación de haber encontrado en su persona a ese ser que tanto espera uno se tornaba más fuerte cada día. Sin saber por qué, ni el cómo, pero que sabe uno, que ahí está, con todo lo que conlleva el saber que al fin la coincidencia anhelada te ha llevado a la persona ideal. Todo en lo que respecta a mi sentir, pero el pensar en ella a cada instante me causaba la angustia de saber qué significaba yo en su devenir. Es contradictorio sopesar una relación y una esperanza de vida solo en la visión de uno mismo. Yo no quería cometer ese error, quería ubicarme desde su punto de vista, desde la perspectiva de sus deseos y motivaciones para entonces, desde el respeto, la tolerancia, la libertad de su persona y el amor mutuo, creer que solo así esto podía ser posible. No solo pensar en lo que me hacía falta a mí, ni en mis necesidades y caer en la trampa y el engaño de acomodar una relación a mis necesidades ególatras; ¡no, eso nunca! ... me gustaría casarme..."
Los minutos han pasado, y solo los grillos y los perros acompañan mis pensamientos. Sin darme cuenta de copa en copa me he acabado la botella de vino y el mareo como consecuencia, es muy acentuado. El efecto del vino me provoca un deseo incontenible de decirte lo que siento en este instante. Tomo el teléfono celular y marco a su número, 9541031290 - no respondes-; intento de nuevo - nada-. Empiezo a escribir un mensaje de texto: Llénate de mí. Ansíame, agótame, viérteme, sacrifícame. Pídeme, recógeme, ocúltame. Quiero ser de alguien, quiero ser tuyo, llegó tu hora. ¡Solo ámame, ámame!
Mareado; entro a mi habitación ahora fresca, a ocultarme en mi soledad, entonces pienso: ¡qué estupidez la mía, ilusionarme con una relación de internet y de una persona que no conozco en realidad… que necesitado estoy de afecto! Sonrío y cierro la puerta tras de mí… a confrontar esta soledad, sin autoengaños.

Cuando las voces de la soledad dictan...





Tragedia ajena en medio de una noche infructuosa

por: Armando Calixto Delgado

Estoy desde hace horas, creo yo –al menos eso me ha parecido-, sentado, perdido, mirando la profundidad de la pantalla del computador. Imaginando mil cosas, pero hasta el momento sin la capacidad de poder describir ninguna de ellas de manera congruente, haciendo uso de las teclas. Me llevo las manos a la cabeza para despeinarme el cabello en señal de fastidio. Parece que esta noche solo he logrado desvelarme infructuosamente, sin ningún resultado. Cierro los ojos para poder adentrarme en mis visiones, nada. Escucho la música de fondo para poder remover, encontrar a la célula que inicie la hiperplasia de la inspiración, nada. ¡Esto definitivamente es un fastidio! Ni siquiera este sentimiento de melancolía que vengo arrastrando desde que mis sentimientos se sincronizaron en las ideas de estar enamorado; me han valido para poder como pescador novel atrapar una idea de creatividad. Me levanto del asiento, me dirijo al guardarropa, me visto y salgo de mi habitación dejando tras de mí una estela de fastidio. Aquí no tengo nada, ni la inspiración, ni el sueño, ni tu presencia en esta cama fría; pienso, mientras me alejo de mi casa sin un rumbo definido.
Mis pasos me llevan entre el fresco y la soledad de la madrugada a la playa, toda solitaria, arrullada, por el golpe constante de las olas sobre la superficie tersa de la arena. Me despojo del calzado y me doy a caminar sobre la arena húmeda. Una sensación de fascinación y temor se apodera de mí. La soledad, la oscuridad por todas partes y el rugido constante del mar son una combinación atemorizante, más en una noche sin luna. Entre ese temor casi instintivo me detengo para ver de frente al mar, que miro lejano y más profundo que mis propios pensamientos en esa habitación de mi casa, en la que me encontraba aprisionado. Me derrumbo de un solo movimiento hacia atrás, con los brazos abiertos sobre la arena. Caigo de espaldas y me quedo inerte, contemplando las estrellas. En estos momentos y en tales condiciones es inevitable dejar de pensar en ti, mi amor. Esta soledad me mata y la lejanía de tu presencia ha vuelto un verdadero suplicio mi estadía en este puerto. Busco encontrar entre las estrellas a alguna que quiera acceder a ser mi mensajera ante ti, rogando que entre sueños puedas descifrar mi mensaje melancólico y amoroso. Con el pensamiento puesto en alas sobre ti y ante la duda de: qué pensará, qué hará, me extrañara…, me imagino la textura de tu piel entre la arena tibia. Tu cuerpo me acaricia a través de la forma caprichosa de los millones de granos que se adhieren a mi piel. Tu cabello y su aroma, tu sonrisa y la voz tierna de tu ser confundida en el golpe de las olas, me gritan entre la extensa oscuridad: te amo mi amor, te extraño, ven a mí… En este momento no necesito nada. Hasta el fresco barlovento me recuerda a tus caricias anheladas en esas noches infinitas de tu ausencia, en aquellos giros repetidos sobre la cama para rescatar algo de sueño, en esos despertares a mitad de la noche con las manos curvadas en el vacío queriendo aferrarme a ti. Este momento mágico me había rescatado tu presencia en esta metáfora vivencial, podía permanecer aquí, eternamente…
De pronto, unas voces de altercado a unos 20 metros de donde encontraba, me arrancaron de la poesía del momento. Podía percibir perfectamente a un hombre y una mujer que discutían airadamente. Al parecer ella le recriminaba el haberlo encontrado con otra mujer (al menos eso me pareció que era, por el significado de las frases de ella). Él la insultaba y le reprochaba estar harto de ella. Las frases y el tono de sus voces fueron en aumento a cada instante. Me sentí fastidiado por la interrupción, aún estaba tirado sobre la arena y apenas y veía sus siluetas entre las sombras. Cerré los ojos para escapar de la situación. De pronto un grito agudo me erizó los cabellos, casi estuve a punto de levantarme del sitio, pero no lo hice. Dirigí la mirada a las sombras que ahora se habían fundido en jaloneos violentos y golpes. De pronto un sonido sordo y estruendoso se confundió con el de una ola que acababa de azotar a la orilla de la playa. El grito se prolonga y poco a poco se paga; de la silueta que habían formado ambos, una se escurre hasta caer pesadamente sobre la arena. En el momento la figura más corpulenta corrió en dirección a mí hasta tropezar y caer casi sobre mí. Pude sentir el jadeo de su respiración excitada, y hasta juraría haber visto el blanco de sus ojos inmensamente abiertos que me miraron fijamente. Un frío recorrió mi ser de punta a punta; posiblemente al verse descubierto, su reacción sería la de eliminarme también a mí, pensé. Casi al instante de un solo impulso se levanto, yo me quedé inmóvil, viéndolo, mientras el salía corriendo saltando sobre mi cuerpo hasta alejarse. Me levanté y corrí hacia el bulto que yacía tirado sobre la arena; totalmente inerte y con una gran mancha oscura brotándole de la cabeza. No había nada que hacer, me cercioré de no tocar nada y también me aleje casi corriendo, al tiempo que por medio del teléfono celular, muy nervioso, daba aviso al número de emergencia de haber escuchado unos disparos en esa parte de la playa. Mientras caminaba lentamente sobre la avenida principal para llegar a mi casa -ya más tranquilo-, pude ver entre luces rojas y azules las camionetas de la policía que pasaban velozmente con las torretas encendidas, en dirección al sitio referido.